Pasaron diez años de la muerte de Fogwill, y veintiséis años desde que cursé una materia que él daba en la Facultad de Psicología- UBA. Era: Técnicas de propaganda y Mercado. Era sociólogo, y de eso conocía bastante. Había creado su agencia de publicidad, y vendió bastantes jingles. Poco yo sabía de eso en ese tiempo. Para mí el profesor que tenía adelante era el que escribía en revistas de rock y de cultura, en la naciente democracia del Alfonsín.
Le pregunté una vez en voz baja: por qué ponía esa cara de Salvador Dalí, para las fotos de sus notas. Me miró y no dijo nada. Tenía esa simplicidad, esa manera directa de hablar y no estaba en pose, como los psicoanalistas- profesores que iban a buscar pacientes más que alumnos. Cursábamos a la noche en esas aulas de la avenida Independencia, que antes había pertenecido a Filosofía y Letras. Tenía su grupo de aduladores, pero para mí era un profesor más y aparte era una de las últimas materias que me quedaban para recibirme, y creo que ya no me aguantaba más la facu.
A veces me recuerdan esa anécdota
que pasó en la cursada: se había caído un banco. Se sintió un fuerte ruido y un
tornillo quedó girando en el piso. Lo levanté, me acerqué su escritorio y le
dije- ya en voz alta-: “se te cayó”. Unos pocos se rieron contenidamente y los
otros de su clan, me fulminaron con la mirada por haber profanado al Totem.
Otra vez ni se inmutó, siguió dando su
clase tranquilo.
Un compañero de cursada de otras materias, no lo
quería. Lo mencionaba y se enojaba, porque decía que estaba loco. En una
reunión había dicho que los alumnos de psicología y los profesores que iban a
dar materias que se cursaban en el hospital Borda, deberían aprender artes marciales
para su defensa. Cada vez que voy al hospital siempre me acuerdo de esa
anécdota. Mi ex compañero, no conocía esa cara de provocador, con unas dosis de
cinismo. Después lo comprobé en su literatura: esa cuestión necesaria de
realidad para este país. 'Los pichiciegos' es una manera de conocerlo (para
quien no lo leyó nunca).
La
última vez que lo vi fue en un bar de la Biblioteca Nacional. Estaba tomando
algo con una mujer joven o tal vez después me di cuenta que le estaban haciendo
un reportaje. Creo que le dejé una revista (todavía no tenía libros editados).
No me acuerdo tampoco porque hablamos de Wilhelm Reich. Ahí me contó que él
conoció al único psiquiatra argentino que había estado en Maine, con el único discípulo
que Freud expulsó por ser comunista y asociar sus ideas del psicoanálisis a la
revolución. Le decían a este psiquiatra argentino- que estuvo entre los
fundadores de la Asociación Psicoanalítica Argentina- 'el tarta'. Fogwill le alquilaba un
departamento y luego lo veía navegando por el Tigre.
Creo
que antes me lo crucé por la Biblioteca Goethe, en la avenida Corrientes. Entró
con ese impermeable y la mirada media perdida, me saludó automáticamente, y no
creo que se acordara que fui su alumno. Lo que sí recuerdo o
recordaré siempre, que cuando me devolvió mi trabajo, que le había dejado para
aprobar su materia, me miró y me dijo: está muy bien escrito. Debo
reconocerlo ahora pasado tantos años, que fue uno de los pocos, en aquel antro
universitario, que puedo decir, me alentó a seguir escribiendo.
Carlos
Liendro
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